Promedio de vida: doce años
Carácter: vivo, afectuoso
Relación con los niños: excelente
Relación con otros perros: buena
Aptitudes: perro de compañía
Necesidades del espacio: puede vivir en el interior de la vivienda pero necesita correr
Los orígenes del Dálmata generan bastante controversia pero lo que se puede asegurar es que, durante siglos, han ido apareciendo varias representaciones pictóricas de unos perros de capa blanca moteada que podrían ser esos ancestros tan buscados. A finales del siglo XVII se dio a conocer la raza en Inglaterra y rápidamente, los cocheros, comenzaron a utilizar estos perros como vigilantes en sus viajes. A mitad de camino, mientras los viajeros pasaban la noche en la posada, los Dálmata, instalados en el interior del carruaje, vigilaban el equipaje. A partir del siglo XIX, la raza dejó de ser utilizada para la guarda y se convirtió en una de las razas de compañía más preciadas por la nobleza.
El Dálmata es testarudo, independiente, amistoso y payaso. A pesar de la fama de rebelde, este es un perro con una gran capacidad de adaptación y aprendizaje. De pequeño se le ha de educar con firmeza ya que es fácil que coja malos hábitos y que luego cueste corregirlos. Le gusta correr, saltar, jugar y sentir la presencia y el afecto de los dueños. Con los niños es muy dulce y se adapta perfectamente a sus juegos.
El mantenimiento del Dálmata no es complicado, basta con cepillarlo con regularidad y sacarlo a pasear cada día para que pueda quemar toda su energía casi inagotable.
Se adapta bien a la vida hogareña y se aconseja que no duerma en el exterior, ya que su pelo es muy corto y no lo protege del frío.
El mayor problema que puede padecer el Dálmata es la sordera. También puede verse afectado por problemas de piel o cálculos en el riñón.
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